
A tope con la Yamaha Jog
Llevo dando clases de yoga desde el 2014 y a tiempo completo desde que me mudé a Bristol en el 2016.
Mi vida pre pandemia consistia en coger la moto y cruzar la city para ir a la universidad mientras veía el amanecer. La mayoría de los días me tocaba llevarme conmigo los trastos de yoga para después de la uni volver a coger la moto mientras cruzaba a la otra punta de la ciudad viendo el atardecer para ir a trabajar y de ahi a dar clases de yoga.
El momento de llegar a casa a las 21:00 pm y ponerme el pijama era mi hobbie favorito.
Viviendo de la caridad pero privilegiada
Ahora la mayoría de mis días me los paso con el modo pijama en ON. Hay días en los que me lo quito solo para dar la clase para después enseguida volverlmelo a poner. Como quien se cambia para rodar la escena y después se vuelve a colocar el batín de artista exigiendo a su mayordomo una copa de vino tinto.
A parte de haber terminado la carrera universitaria en plena pandemia, perdiéndome ese momento tan entrañable de la graduación en el que se lanzan los birretes universitarios al aire y de emborracharme con mis compis de clase 12 años más jóvenes, perdí todas las clases presenciales y me quede con 3 de mis clases de yoga online, dependiendo de la caridad del gobierno de Boris para poder hacer frente a los pagos. Caridad que no me ha permitido cubrir los gastos de alquiler durante mi vida en Bristol y razón principal por la cual decidi reestructurar mi vida y volver a España. Aun así, de alguna manera me he sentido una de esas pocas autónomas privilegiadas dentro de esta industria del bienestar de trillones de $ que hemos recibido caridad, puesto que esa caridad no ha llegado a la mayoría de los maestros de yoga.
Pero bueno, dejaré mis frustraciones para otra ocasión.
Mis clases pre pandemia, el melting pot para los misfits
Mis clases pre pandemia nunca han seguido estereotipos ni modas, solo había que echar un vistazo a lxs alumnxs, tenía a mujeres y hombres, a géneros no binarios, alumnos de habilidades mixtas, alumnos que se doblan mucho, a otros con la flexibilidad de un palo de golf, de todas las edades, desde 20 hasta 80 años, a alumnxs que le falta un brazo o con con un reemplazo de caderas, personas de todos los colores, religiones y distintos orígenes socioculturales, todos en la misma habitación. Crear espacios inclusivos no es algo que sucede de casualidad, es algo que hay que trabajar mucho, y personalmente hay que revisarse constantemente como persona y maestra para poder ofrecer un lugar en el que todos se sientan vistos y respetados.
Las fases del yoga telepresencial
Con el covid las clases de yoga también han tenido sus fases. Hubo una primera ola en la que la mayoría estábamos motivados para continuar online, en el estudio en el que trabajaba las clases pasaron a darse a través de Youtube, a lo que pensé “bueno no es mala idea, aquí la oportunidad de hacer algunos videos de yoga y dejarlos al alcance de todos”.
Pronto después vino la segunda ola, la de la desmotivación, las asistencias cayeron drásticamente junto con mi estado de ánimo. Me di cuenta que eso de combinar yoga y youtube es despersonalizado, no es lo mío. Dar clases de yoga sin interacción humana me desmotiva, no saber quien está al otro lado y como lo van llevando me crea bastante incertidumbre, nunca sabes si están siguiendo la clase, están haciendo el idiota con el móvil o comiéndose una hamburguesa yo que se!
Lo que sé es que no crea ninguna conexión e interacción entre el profesor y el alumno, de hecho crea mas desconexión diría yo.
Con youtube me sentí muy sola en un momento de mi vida en el que necesitaba algo más de interacción y supongo que mis alumnxs también lo sintieron así. Además nunca he sido la mejor actriz, se me da fatal meterme en el papel de protagonista feliz mientras le digo a mi portatil que haga el perro boca abajo.
Con la tercera ola ha venido un aire de aceptación y aprendizaje por cosas por las que tenía cero interés y que hoy día forman parte de mi vida. He tenido que aprender y estudiar como si me estuviera sacando un master en telecomunicaciones, dícese de grabaciones de audio, grabaciones de vídeo, resoluciones de vídeo 1080p, 720p, 4K pero que sea full HD. He tenido que hacer las paces con las redes sociales y utilizarlas de una manera saludable a la vez que educacional para mi y para el resto. He tenido que invertir en equipo de cámara, sonido y luz, me paso el día montando y desmontando el escenario, “hoy la planta aquí hoy la vela allí”. Además de poner un gran esfuerzo y tiempo en construir una página web. También he probado varias plataformas como Zoom y ahora estoy explorando Google Meet para ver cual de las dos es mejor.
Ver a vuestros gatos y a veces un buen ángulo de cámara
Pero todo tiene su recompensa, me encanta veros al otro lado a pesar de las distancias, pero me gusta mas ver a vuestros gatos, perros y niños invadiendo el territorio y ponerse en frente de la cámara, lo que hace que me de cuenta de quién es el amo de vuestras casas.
A veces parece que les esté dando clases a vuestro sofá, o a las patas de la cama, otras veces me poneis un foco tan de cerca que puedo veros expresiones faciales que se me hace difícil no tomarme personalmente el motivo de vuestro asco, después pienso “ah no covid y otras mierdas emocionales”. Otras veces me apuntais la cámara tan alto que solo os veo la cabeza o cuando levantais los brazos. También estáis los perfeccionistas, los que os preocupais de si la luz y el ángulo de la cámara son adecuados.
Momentos extrañamente divertidos e incómodos
Hay veces que soy testigo de conversaciones entre parejas intentando configurar el móvil a la tv acabando discutiendo pegandose cuatro gritos ya preparando el terreno fértil para sembrar semillas de paciencia, amor y compasión durante la práctica de yoga. El telón de fondo de cada imagen me dice mucho de lo que está pasando en vuestras vidas, las casas más limpias reflejando la soledad de la soltera, el aburrimiento de muchos o la necesidad de poner orden al caos. Otras casas con pilas de trastos reflejando espacios compartidos con niños o compañeros de piso, o la apatía del momento. Estais las motivadas que os preparais el ambiente con velitas, incienso, os pintais y seguro que también os poneis desodorante y siempre aparecéis con vuestros mejores atuendos, luego están las que se peinan por no quedar mal (aqui entraria yo), o la que ni siquiera enciende la cámara ni dice hola y adiós. Definitivamente es mucha información viniendo de en una sola pantalla, mientras eres la redactora, productora, técnico audiovisual y actriz, das la clase y te aseguras de que todo funciona sin problemas. Un cambio de paradigma.
Invocando a los espíritus
Los comienzos de cada clase se parecen más a una sesión de espiritismo que a una clase de yoga ¿estás ahí? ¿Me escuchas? dame una señal si me escuchas, siendo raro el día que no tengamos algún fallo técnico. Mi madre se ha convertido en mi fan número uno, compra clases y membresías como si se acabara el mundo, aunque no es mucho de practicar yoga. Algunas de mis amigas también se han animado a comenzar a practicar yoga, aunque no se si es por lo pesada que soy, por hacerme un favor, o porque lo necesitan. Supongo que será por todo un poco. Otras amistades también practican cuando pueden de gratis porque están más peladas que el armario de tarzán.
Compartiendo mierdas incomodas
Hacer las clases telemáticamente nos ha permitido crear un espacio para hablar de cosas que en un estudio de moda nunca nos habríamos sentido seguras hacerlo con gente alrededor. Hablar de nuestras mierdas emocionales, de la resaca o la desmotivación del momento de estar todo el día en casa. Un espacio donde compartimos días más serios y otros días más alegres. Los cinco primeros minutos de la clase es el único momento del día para muchos de nosotros de interacción humana con personas fuera de nuestro entorno familiar, porque a ver, amamos mucho a nuestra familia pero vamos a ser sinceros, pasar 24/7 juntos acabamos con poca paciencia y de mala hostia un poco. De hecho, para algunas personas esos cinco minutos del día son el único momento de interacción humana, lo que significa algo muy importante para la salud mental.
Mi ventana al sufrimiento real
Algunas alumnas han pasado el covid, muchas de ellas tienen que comenzar de cero y algunas tienen que aprender a vivir con las secuelas, entre ellas la fatiga y la poca capacidad pulmonar. Volverlas a ver aunque sea al otro lado de la pantalla es la mejor recompensa de dar clases telepresenciales.
Haber estado a su lado durante esos momentos tan difíciles en el que algunas han temido por sus vidas ha sido mi única ventana para conectar con el sufrimiento real que esta pandemia está siendo. Porque mientras trato la gente discute sobre si el virus existe o no, sobre lo bien o mal que los estados lo hacen, los medios nos enseñan quien se salta las normas y nos reporta números fríos de muertes diarias.
Pero ningún medio se ha dedicado a enseñar la historia y el sufrimiento de quién está detrás de esos números que han muerto aterrorizados y solos en una cama de la UCI, por no mencionar a todos lo que han padecido y fallecido por otras enfermedades siendo completamente ignorados por la sanidad pública.
Ningún medio me ha enseñado la realidad de esta pandemia, ninguno ha intentando humanizarnos aunque sea un poco, a empatizar, yo que se.
Lo que ya sabemos es que sin conocimiento siempre tendremos un estado y una sociedad narcisista, infantilizada y sin pensamiento crítico.
El Diario de Yoga
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